El final de la novela Lolita de Nabokov es insoportablemente perfecto, pues expresa la experiencia estética del vacío sin márgenes, cuando ocurre la caída de la única y última opción existente que fue escribir sobre aquello que ya ocurrió y no volverá a ocurrir nunca más, la clausura definitiva de los afanes apremiantes, de las opciones que ingresan a su cerrado destino de las "oportunidades perdidas", cuando finaliza la última alternativa posible que fue poblar el espacio y el tiempo de palabras para recuperar o compensar la pérdida absoluta, el final de la novela que señala el final de esa inmortalidad enmarcada en el arte de la novela.
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