Las esquirlas de la razón, dibujan el frenético y monótono y a penas alumbrado paisaje de la locura, materializado en la sublime metáfora visual de la carretera que, en medio de la noche, es atravesada por la velocidad de un automóvil que corre despavorido.
La película nos permite, no sin experimentar una exorbitante estupefacción, ser testigos de la siniestra belleza de la sinrazón.
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